La concepción materialista de la historia y la sociedad.

1. La especie humana, personas en sociedad.

Desde un punto de vista materialista, la especie humana es una parte integrante más del ordenamiento natural. Las mujeres y los hombres de este mundo, en el pasado, ahora y siempre, surgen en la naturaleza; no hay ninguna instancia relacionada a sus vidas que se encuentre fuera de este orden. Tampoco motivos fundados para separar a la humanidad del resto de la naturaleza. Lejos de ser creados de la nada, o haber emergido espontáneamente por capricho de alguna voluntad, hay un desarrollo natural que motiva su aparición. Contrariamente a las explicaciones religiosas donde predominan la inmutabilidad y las instancias trascendentes, el nacimiento y el desarrollo de la humanidad en la naturaleza y su propia historia, suponen el cambio continuo del mundo material.

Permanentemente producido por su propia acción, el ser humano es un ente autocreador; que se opone a la naturaleza en la que aparece y transforma, en función de sus necesidades y posibilidades. De acuerdo a sus facultades, disposiciones, capacidades, impulsos, irá constituyéndose; permanente resultado de su interacción en el medio donde se encuentra. En su hacer, mantiene una relación de transformación con el mundo, lo adapta a sus necesidades, lo cambia  en función de sus fines. Así se distingue de las demás especies; su operación activa es consciente y voluntaria, mientras que el animal se adapta pasivamente a ese mundo. Esta práctica única y singular es el trabajo.

El proceso de trabajo es la actividad transformadora de los objetos de la naturaleza; por medio del trabajo, hombres y mujeres a lo largo de la historia la han puesto a su servicio, creando un mundo objetivo distinto al puramente natural. En esta práctica de relacionarse y operar con su entorno se fue perfeccionando todo un sistema de instrumentos, técnicas y relaciones con sus pares que se hizo progresivamente más complejo, hasta formar el conjunto de instituciones y organizaciones sociales que hoy, ya es imposible directamente desde las singularidades, por las personas individuales.

Entonces, es cierto que el ser humano es un producto del medio en el que está, pero también él mismo interviene en ese hacer. Fundamentalmente porque produce sus medios para vivir y reproducirse, para desarrollarse. Sus condicionamientos, determinaciones, límites y posibilidades serán también resultado permanente de este proceso, que es netamente social. La vida social está dada, configurada por estas relaciones donde cada persona es nudo de relaciones, y no hay existencia humana alguna fuera de ellas. Se puede decir que la sociedad es el nexo de las relaciones entre sus personas, entre los individuos que la integran; la sociedad es un continuo resultado. No es: va siendo.

Con la creación de ese mundo objetivo, distinto al mundo natural, específicamente del ámbito humano, va desenvolviéndose el proceso histórico como desarrollo cultural. Este universo de objetos creados, producto de la práctica material adquiere su propia dinámica y aparece como una naturaleza enfrentada y opuesta a los sujetos que la generan, una compleja estructura social con la apariencia de ser independiente de las personas. Con el desarrollo de sus potencialidades la especie humana alcanzó su forma actual, desde cierta existencia animal anterior, por medio del trabajo en sociedad. En este proceso, estas formas alcanzadas, nunca obedecen a ninguna determinación externa a la propia sociedad (por ejemplo un destino pensado por algún dios).

A partir del trabajo, la especie humana se diferencia del mundo natural. La discontinuidad con el orden natural se presenta como separación entre naturaleza y cultura, pero también, en cuanto objeto, la naturaleza pasa a ser también obra del ser humano. Es un doble proceso: toda la naturaleza contiene a la especie humana y su cultura, pero desde otro punto de vista tenemos por un lado al mundo natural, y por otro, como entidad distinta, al mundo humano. En nuestro presente, con la modalidad de producción capitalista, la condición colectiva del trabajo es apropiada privadamente por los sectores hegemónicos, los propietarios de los medios de producción, reduciendo a los verdaderos productores, las personas que venden su trabajo, a niveles miserables de vida. Nos encontramos con características que siendo específicamente humanas, que nos definen como especie, (prácticas libres, transformadoras, creadoras), son limitadas a ser simples medios de subsistencia. Los propios productos de las personas se levantan como un poder ajeno sobre ellas. Ese mundo del que hablábamos líneas arriba aparece como algo ajeno y opuesto. Con ciertos cuidados de no pensar una esencia perdida válida para todo tiempo y espacio, se puede hablar de deshumanización puesto que se trata justamente de la pérdida de aquello específico que diferencia a los seres humanos, a las personas, de los animales.

2. La concepción materialista.

Las líneas que preceden pueden considerarse una aceptable concepción de la sociedad y la historia, del desenvolvimiento de las personas, los seres humanos en el mundo. No contienen conceptos difíciles de comprender, ni supuestos que remitan a estudios profundos. Se explicitó al inicio que expresan un punto de vista materialista, pero no cualquier materialismo: se trata de la concepción a la que llegan Marx y Engels, polemizando con los pensadores contemporáneos en el intento de entender la condición que había alcanzado la sociedad, en el despegue de un capitalismo voraz y arrasador. Tomando y superando elementos de algunos de sus pares desarrollaron la crítica a las filosofías idealistas de la época, al pensamiento liberal y contundentemente al pensamiento religioso.

Los fundamentos de esas líneas son explicados por Marx y Engels en el escrito “La ideología alemana”, con un lenguaje más llano que en textos anteriores; dejando de usar algunas expresiones y conceptos con resabios idealistas que correspondían a esa forma de pensar que se superaba en esos años, o precisando y complejizando nociones que retomarán en escritos posteriores. Ya se había anticipado en los escritos críticos de la filosofía hegeliana, un primer estudio de la sociedad capitalista naciente y la situación de los seres humanos en ella. Desde muy joven, Marx emprendió el desmoronamiento de los fundamentos filosóficos de la concepción del estado, en sus estudios económico-filosóficos y sus polémicas frente a otros socialistas del momento. Se afianzaban los estados y un sistema político donde la igualdad ciudadana parecía abrir la puerta al reino de la libertad, mientras las desigualdades sociales aumentaban. Se intentaba edificar un mundo igualitario y se estudiaba la composición de la sociedad con vistas a transformarla.

En ese camino, en los estudios de Marx hay una concentración paulatina de la atención en la forma mercantil de producir específica del capitalismo, y sus actores principales: las personas trabajadoras, las clases productoras. Siempre junto a Engels, durante toda su vida va a tender una línea de desarrollo coherente que se resumirá finalmente en “El capital”. Críticamente, Marx trabajará sobre la conceptualización del proletariado naciente, hasta alcanzar la compleja teorización que anticipará la constitución del actual obrero social, colectivo y global del mundo de hoy. Pero en esos primeros años, como resumen, “La ideología alemana” expone las consideraciones generales del punto de vista materialista sobre la sociedad y la historia, opuesto al religioso, opuesto al liberal, opuesto al idealista. Se trata de textos accesibles y de fácil lectura, que constituyen la puesta en común entre Marx y Engels de sus ideas hasta ese momento, abandonando y desechando conceptos y formas de pensar. Vamos a tomar de allí su primera parte, capítulo conocido como Feuerbach, quien fue un filósofo que lo precedió en la crítica a la religión y el idealismo, inspirador de todos los socialistas del momento.

En sus escritos anteriores, los llamados “Manuscritos económico filosóficos” se presentan las primeras denuncias de la condición de alienación en la que se encuentra el trabajador, y los primeros desarrollos de la explicación comunista sobre las relaciones mercantiles en la sociedad; sin embargo es un estudio en germen donde el proletariado tal como lo entenderá después, no “había sido descubierto” aun en toda su realidad. El escrito llamado “El trabajo enajenado” es parte de esos manuscritos y expone la condición de extrema pobreza “material”, “espiritual” -palabras que deberán ser cuestionadas a lo largo de nuestras lecturas- que emergía en las ciudades fabriles sobre todo de Inglaterra y Francia.

Las llamadas “Tesis sobre Feuerbach…” tienen una forma críptica que encierra un potente contenido que interpela y conmueve. Compendian la ruptura con el pensamiento anterior: idealista, apriorista, contemplativo y pasivo; presentan todo un programa metodológico. ¿Con qué método y forma (camino) se arriba a un saber emancipador? ¿Cuál es el carácter del saber mistificado por la religión o sus pretendidas superaciones? ¿Cuál es la consecuencia práctica de teorizar con una metodología que lleva a error? No queremos decir que en esas pocas líneas están las respuestas, sino que a partir de aquellas once sentencias se puede deducir toda una actitud filosófica, crítica y práctica para el camino de la transformación radical de la sociedad, el de la unidad entre teoría y acción. Para ese momento, Marx ya tenía la certeza que hay una relación entre un determinado tipo de saber y las prácticas que le corresponden, y que las consecuencias, dicho de otra manera, es que el saber tiene consecuencias políticas.

Los dogmas religiosos, las cosmovisiones idealistas y materialistas acríticas dan explicaciones del mundo, de lo social, partiendo de misticismos, de concepciones ilusorias. Su génesis tiene motivos que es necesario dilucidar y la introducción del factor histórico en ese proceso es fundamental. Decimos en principio que aquellas verdades no son críticas porque son tomadas sin ninguna puesta en cuestión, como dadas y verdaderas por sí mismas, sin historia ni movimiento. Son previas a toda experiencia (apriorísticas) por tanto prejuiciosas, resultado de ideas y especulaciones y no de acciones. La crítica histórica impide formar concepciones generalizables de manera sencilla y mecánica. La concepción materialista de la historia no es un punto de vista acabado y consolidado, justamente estamos frente a un punto de vista crítico y no dogmático porque la sociedad es cambio permanente y cada situación es específica, particular.

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